Hoy te propongo comer o cenar en Murcia, concretamente a la Calle Fuensanta 4, muy cerca de la Catedral, en pleno centro de la ciudad.
En una pequeña plaza vas a encontrar KEKI Tapería, un restaurante moderno, informal, acogedor, un local no muy grande pero lo suficientemente cómodo para pasar un rato agradable gracias a su buen servicio y su mejor cocina, yo la calificaría de original, elaborada y una cosa que a mi me gusta, utiliza productos murcianos, por ejemplo el chato, sin olvidar las verduras y los pescados de la tierra.
KEKI TAPERÍA, lleva más de tres años abierto al público y ha conseguido hacerse hueco en ese sector tan exclusivo y castigado al mismo tiempo, donde con unos buenos fogones y un poco de suerte puedes triunfar, sobre todo si detrás de esa cocina está Sergio Martínez, cocinero y propietario del restaurante, considerado uno de los diez jóvenes chefs más prometedores de nuestro país, de hecho fue nombrado cocinero del año en 2008.
Tenía que conocer su cocina, me fui con dos amigos que entienden de esos menesteres e hicimos un brainstorming culinario.
Probamos sus famosas croquetas, que también están incluidas en el ranking de las 12 mejores de España. En la carta aparecen como «croquetas cremosas,leche fresca», pero yo añado que llevan jamón ibérico y están rebozadas en algo muy crujiente, que según mis dos colaboradores se podría tratar de pan japonés o cereales triturados.
Yo muy reacia a probar las croquetas, porque siempre tengo en la memoria esas que hacía mi abuela de cocido donde todo era sabor y aroma, tengo que decir, que aunque distintas a las de mi «yaya» las de Keki están muy buenas, super cremosas y super crujientes, desde luego merecen estar en el ranking de las mejores.
Después de las croquetas, nos tiramos a los sabores italianos y nos pedimos una ensalada de tomates raf, rúcula y mozarella, para hacer hueco.
En cuanto a los platos fuertes, probamos el Tataki de atún con yogur de wasabi y salsa de soja servida en una pequeña pipeta, de esas que se utilizan para catar el aceite, muy original, y por supuesto el chato murciano con tomate picante y agridulce sobre una base de pan chino, un sabor curioso el contraste del picante, el dulce y el agrio.
El canelón de pato con mostaza suave,estaba exquisitivo según mis compis (a mi no me gusta el pato), yo me decanté por la merluza acompañada por una mayonesa picante y un picado de aceitunas negras, todo muy bueno.
Evidentemente todo esto no se comió a palo seco, cayeron un par de botellas de un vino de la región, Lavia de 2007, de Bullas. Una bodega que utiliza las uvas monastrell y syrach y que nos acompaño muy bien desde los entrantes hasta los postres.
En cuanto a los postres, yo me fui directa a las natillas de vainilla, que cosa más dulce y suave y mis compañeros a por el chocolate. Se pudieron un coulant con helado de vainilla y sopa de turrón que estaba muy bueno pero el coulant era un poco pequeño.
Os voy hablar de la carta, no es muy extensa, pero está bien cuidada y además está estructurada de forma muy original,tienes los «bocaicos» son tapas; los primeros platos o platos para compartir los puedes encontrar dentro de la carta en » compartimos»; los «finales» son los segundos platos y en las «cosicas dulces» encuentras los postres. Puedes comer a la carta o por menús.
En cuanto al local, no es muy grande, unas 15 o 20 mesas, un cuidado diseño donde priman los colores fríos, fucsia, negro, gris y blanco, ¿un poco zen?, donde se han respetado las columnas originales de hormigón y donde el suelo (yo me fijo en todo) también está hormigonado, a mi entender.
En cuanto al precio, no es muy caro, pero tampoco barato. Date el gusto un día.
Gely Yedra Díaz